¿Qué es y cómo se manifiesta el feminicidio gineco-obstétrico?
“La violencia obstétrica constituye un componente sustancial del feminicidio gineco-obstétrico. Solo por abortos con malas prácticas murieron, hasta 2019, cerca de 47.000 mujeres por año.”
Observatorio de Género de Alas Tensas
El feminicidio gineco-obstétrico se revela como una problemática silenciada y urgente que afecta la salud reproductiva de las mujeres. Este término, derivado del que conceptualizó la activista Diana Russell (femicidio) en 1976, se refiere a las muertes de mujeres como resultado de prácticas negligentes, abusivas o discriminatorias en el ámbito de la atención médica ginecológica o durante el embarazo, parto o postparto.
La asunción de este término tiene como objetivo resaltar la violencia sistémica en la atención médica que resulta en la pérdida de vidas femeninas, así como la necesidad de abordar la violencia de género en el área de la salud reproductiva y destacar cómo las mujeres pueden enfrentar consecuencias mortales debido a prácticas médicas o institucionales que no respetan sus derechos y dignidad.
¿Qué es el feminicidio gineco-obstétrico?
En el ensayo coescrito con Jane Caputi titulado “Femicidio: sexismo terrorista contra las mujeres”, Diana Russell argumenta que también se podría considerar femicidio a “la muerte de mujeres como consecuencia de la mutilación genital (clitoridectomía, escisión, infibulación), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías) y esterilización forzada, esta última a través de la criminalización de métodos anticonceptivos y aborto”.
Actualmente, según el Modelo de Protocolo Latinoamericano de Investigación de las Muertes Violentas de Mujeres por Razones de Género, el feminicidio se define como “la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea dentro de la familia, unidad doméstica o cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad, por parte de cualquier persona, o tolerada por el Estado y sus agentes, ya sea por acción u omisión”.
La escritora y feminista venezolana Esther Pineda, conocida por sus aportes a los estudios de la mujer y la discriminación racial a las personas afrodescendientes, plantea, en su ensayo “Aproximaciones al femicidio gineco-obstétrico”, publicado en 2022, que el feminicidio gineco-obstétrico es aquel que ocurre “como consecuencia de las prácticas ginecológicas y obstétricas violentas realizadas sobre los cuerpos de las mujeres por motivos culturales, religiosos, económicos, políticos o médicos”.
Los orígenes del feminicidio gineco-obstétrico
La gineco-obstetricia se erigió como un dominio femenino en una era anterior a la medicina y la cirugía. Las mujeres desplegaban tratamientos naturales para afrontar irregularidades menstruales, fertilidad, enfermedades vaginales, infecciones de transmisión sexual, dolencias ováricas y afecciones uterinas o fibromiálgicas. También desarrollaron métodos anticonceptivos y desempeñaron un papel crucial en el proceso de parto, buscando asegurar la salud tanto de la madre como del recién nacido.
Según comenta Esther Pineda, “en el momento en que la ginecología y la obstetricia comenzaron a medicalizarse fueron totalmente monopolizadas por los hombres y se desarrollaron en torno a una estructura y prácticas significativa y notoriamente sexistas”.
En su ensayo, Pineda atribuye la predominancia masculina en el campo de la gineco-obstetricia a la negación del acceso de las mujeres a la educación formal, universitaria y, especialmente, médica. Como consecuencia de esa exclusión, los hombres, mayormente de origen europeo y norteamericano, establecieron las bases teórico-prácticas de la gineco-obstetricia.
La mayoría de esas bases se construyeron a partir de la experimentación violenta en cuerpos femeninos. Tal es el caso del Doctor J. Marion Sims, quien se considera el padre de la gineco-obstetricia y desarrolló su experiencia a partir de la práctica de cirugías vaginales sin anestesia a esclavas negras.
Al respecto apunta Pineda:
Las ilustraciones que permitían conocer la anatomía ginecológica de las mujeres, el desarrollo de instrumentos y técnicas que permitieron acceder a los órganos femeninos, el diseño e implementación de técnicas durante el parto, la introducción de cirugías como la cesárea, la ovariectomía, la histerectomía, la cirugía de fístula vesicovaginal, entre otras; se erigió sobre el sufrimiento y la muerte ―en algunos casos negligente y en otros intencional― de las mujeres pobres, racializadas y migrantes; en una sociedad que desprecia a las mujeres, pero mucho más si estas pertenecen a un grupo históricamente precarizado y vulnerado.
El femicidio gineco-obstétrico en la sociedad actual
Con tales antecedentes, hay que darle la razón a Esther Pineda cuando apunta que “El origen y desarrollo de la ginecología y la obstetricia está manchado con sangre”. Pero, aunque pensemos en aquellas como prácticas antiguas, la realidad es que aun en la actualidad las mujeres siguen muriendo por causas evitables como consecuencia de los prejuicios y formas de discriminación sexista en el contexto de la atención ginecológica y del parto.
La penalización del aborto y la imposibilidad de acceder a este en condiciones seguras ha llevado a un gran número de mujeres a recurrir a métodos y procedimientos de manera insegura e insalubre. En su artículo sobre la historia del aborto, la periodista Leticia Blanco menciona varios instrumentos con los que muchas mujeres se han visto obligadas a realizarse un aborto. Entre ellos figuran “agujas de hacer puntos, varillas de paraguas y perchas”. Otras han recurrido a métodos químicos, con ácidos o bebidas preparadas que terminan provocando situaciones de desangramientos, esterilidad, mutilación, perforaciones, laceraciones uterinas y muerte.
Leticia Blanco asegura que hasta 2019 cada año morían, a nivel mundial, “47.000 mujeres debido a abortos fallidos, practicados en las circunstancias más míseras.”
Las mujeres siguen muriendo como consecuencia de un menor índice de información y atención médica ante el desarrollo de fibromalgia, cáncer ovárico y uterino, entre otras enfermedades que atañen principalmente a las mujeres. Otras mueren como consecuencia de shock tóxico por el uso de productos menstruales, así como por la complicación, colapso o reacciones adversas ante el uso de anticonceptivos sobre cuyos efectos secundarios y riesgos pocas veces se les informa.
En el caso de las muertes de mujeres embarazadas y parturientas, el feminicidio gineco-obstétrico ocurre como consecuencia directa de la violencia obstétrica.
El feminicidio gineco-obstétrico como consecuencia de la violencia obstétrica
La ONU califica a la violencia obstétrica como una violación sistemática y generalizada de los derechos humanos de las mujeres en situaciones de parto y asistencia al embarazo. Debido al conjunto de prácticas basadas en estereotipos y prejuicios que se dan en el embarazo y en el parto y que tienen impacto en la salud física y psíquica de las mujeres, y que pueden llevarla a la muerte, la violencia obstétrica constituye un componente sustancial del feminicidio gineco-obstétrico.
En los últimos años, el maltrato y la violencia que experimentan las mujeres durante la atención del parto en los centros de salud y en otros servicios de salud reproductiva, han generado gran interés a nivel mundial. Los numerosos testimonios que han publicado mujeres y organizaciones de mujeres en las redes sociales demuestran que esta forma de violencia es un fenómeno generalizado y sistemático.
Sin embargo, no fue hasta el año 2015 que la violencia obstétrica trascendió el reclamo individual y colectivo de las mujeres y cobró un carácter institucional, específicamente cuando la organización mundial de la salud (OMS), en el documento Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud, reconoció el “maltrato, las ofensas, la negligencia y la falta de respeto que muchas mujeres sufren durante el parto en centros de salud, como una violación de los derechos humanos fundamentales de las mujeres”.
En 2021, Partos Rotos, una colaboración de periodistas independientes cubanas que acaba de obtener el Premio Roche de Periodismo en Salud (2023), indagó sobre las experiencias de parto en la Isla durante las últimas décadas. Esta investigación recoge cómo en Cuba la violencia obstétrica es sistemática. En “Testimonios de cientos de mujeres confirman la violencia obstétrica en Cuba” uno de los artículos publicados por Claudia Padrón Cueto en la revista feminista Alas Tensas se puede leer:
Las mujeres suelen ser concebidas como cuerpos sin autonomía y sin derecho a decidir nada. No reciben información sobre su estado o los procedimientos que les van a realizar. Tampoco pueden elegir en qué posición parir ni se les permite caminar. Además muchas son maltratadas física, psicológica y verbalmente.
Todos estos maltratos pueden terminar en muerte.
¿Cómo combatir esta realidad?
Aunque la violencia gineco-obstétrica es una de las formas de violencia más antiguas, su invisibilización ya es algo tradicional. La protección a las mujeres, así como la sanción a los agresores, es todavía una deuda.
El feminicidio gineco-obstétrico no solo demanda respuestas inmediatas. Se debe implementar un cambio estructural en las políticas de salud que ponga fin a esta violencia, y que garantice un futuro donde la maternidad y la salud reproductiva sea un proceso seguro y respetado para todas las mujeres. Es imperativo promover la conciencia, educación y reformas en los sistemas de salud para garantizar que las mujeres reciban atención digna, respetuosa y segura.
En 2015, el Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI) de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) recomendó a los Estados:
- Adoptar disposiciones que penalicen la violencia obstétrica.
- Establecer por los medios apropiados los elementos de lo que constituye un proceso natural antes, durante y después del parto, sin excesos en la medicación, que garantice la manifestación del consentimiento libre y voluntario de las mujeres en los procedimientos vinculados a su salud sexual.
- Adoptar una perspectiva intercultural que respete las costumbres y pautas culturales de las mujeres indígenas en los centros de salud.
La muerte de una mujer que tenga asociada la violencia gineco-obstétrica y que ocurra con la complicidad o la inacción de las instituciones o el Estado y sus agentes debe considerarse como un feminicidio. Su legislación como tal, es otro de los pasos imprescindibles.
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